El 20 de septiembre de 1934, para alegría de la familia Masiero, nacieron en la ciudad de Padua dos niñas gemelas muy vivaces: Teresa y Agnese. Criadas junto a otros hermanos, en un ambiente sencillo y religioso, cada una siguió su propio camino, permaneciendo siempre unidos por un intenso vínculo fraterno.
Atraída por el Rostro del Señor, a la edad de 17 años, la jovencísima Agnese Masiero cruzó la puerta de las Hermanas del Santo Rostro con el deseo de convertirse en peregrina de su amor. Perseverando en su camino vocacional y formativo, al hacer su Primera Profesión Religiosa en 1954, recibió el nombre de Sor María Enrica.
Desde entonces, su vida ha sido un continuo peregrinar en búsqueda del Rostro del Señor en las diversas comunidades donde ha vivido, llevando no sólo el Rostro de Cristo a los hermanos y hermanas que ha conocido sino también su dedicado y generoso servicio como cocinera. Su arte en la preparación de sabrosos platos es recordado aún hoy por los adultos que, siendo niños, saboreaban sus alimentos preparados no sólo con condimentos sino sobre todo con amor y cercanía a la gente, en las diversas comunidades y jardines infantiles donde sirvió.
En las doce comunidades por donde pasó dejó no sólo el buen olor que emanaba de su cocina sino ciertamente el de Cristo que amó y sirvió en sus hermanos y hermanas desde los más pequeños hasta los ancianos, sin dejarse vencer nunca por el cansancio ni la edad avanzada ni la enfermedad. Mientras tuvo fuerzas, recorrió las calles de Chioggia, la última comunidad donde estuvo como peregrina, llevando la comunión a los enfermos y ancianos y visitando a las familias que esperaban una palabra de consuelo y de esperanza.
Desde 2017, cuando su frágil salud ya no le permitió recorrer las calles de Chioggia para llevar a Jesús Eucaristía, Sor Enrica continuó su peregrinación por los pasillos de la casa madre en San Fior. En su fragilidad física, fue una mujer fuerte que supo seguir siendo peregrina a pesar del dolor constante. Llegaba a la gente con hermosos saludos de buenos días y buenas noches, utilizando medios de comunicación modernos, para transmitir una palabra de optimismo y alegría a quienes amaba.
Al fine de la noche del 4 de abril de 2025, Sor Enrica cruzó el umbral de aquella puerta a la que un día todos vamos a golpear. Después de “haber recorrido un largo camino, con los pies cansados y descalzos, las manos blancas y puras, cargando los frutos de su vida cotidiana y canastas, tantas “canastas de dolor” vivió para el amor y en el amor, hasta convertirse en una oración silenciosa que subía de su cama como de un altar, por aquellos que amaba y lo necesitaban. Fue el respiro del descanso y la alegría eterna de quien luchò por la vida, dejándonos un ejemplo de perseverancia y fortaleza, tanta fuerza y coraje.
Madre Lina Freire de Carvalho