Sr. Maria Valeria Lazzarin - 19/09/2023

Ocho días después de cumplir 85 años, Hna. Valéria, bautizada con el nombre de Lina Lazzarin, en Rosolina – Rovigo – regresó a la casa del Padre para contemplar el Rostro del Señor. El Rostro que ella amó, buscó y sirvió a través de un servicio sencillo y silencioso en las comunidades a las que fue enviada después de su profesión religiosa, realizada en San Fior el 15 de agosto de 1961, donde también realizó su formación inicial identificando y asumiendo el carisma que amó y abrazó, tratando de vivir la regla con compromiso y fidelidad durante sesenta y dos años.

En las ocho comunidades donde Hna. Valéria fue enviada como religiosa del Santo Rostro, realizó las llamadas “obras ocultas”, si es que podemos definirlas así, obras que requieren mucha dedicación, paciencia, coraje y compromiso. Dedicó muchos años de su vida a la comunidad de San Fior - casa madre, donde ofreció horas y horas de servicio en silencio, tanto a las señoras hospedadas en nuestra pensión como a sus propias hermanas, llevándolas ropas de cama limpias y perfumadas. También se ocupaba de lo necesario para las celebraciones litúrgicas en su servicio de sacristán, con dedicada atención a los sacerdotes que llegaban para celebrar y compartir el pan eucarístico.

Todos estos servicios los realizó con gran compromiso y fidelidad hasta que la enfermedad se apoderó de ella, impidiéndole de seguir dedicando su tiempo y energía al servicio de la comunidad. Debido a su avanzada edad y sus enfermedades, ya había sido invitada y aconsejada, varias veces, a dedicarse a trabajos menos agotadores, pero mientras pudo, continuó el servicio que le había sido encomendado en la casa madre, hasta que la enfermedad le hizo imposible continuar. Vivió lo que dice el Evangelio: “Bienaventurado aquel siervo cuyo amo, al llegar, lo encuentra trabajando. En verdad os digo que le pondrá a cargo de todo lo que tiene” (Lucas 12:43-44).

Hermana Valéria fue una religiosa de pocas palabras y vivió su consagración con responsabilidad en la fidelidad a lo que abrazó, sabiendo contemplar y servir al Señor también en la creación, ya que tenía una gran pasión no sólo por los hermanos en quienes buscó y sirvió al Rostro de Cristo, pero también a sus criaturas, especialmente las flores y los pájaros. Hoy, después de su largo sufrimiento siguiendo las huellas del "hombre de dolores" (cf. 53,3), ya no sufrirá más y cantará para siempre: "todas as semillas que germinan en la tierra bendigan al Señor… Aves todas del cielo bendigan al Señor, cantenle y glorifiquenlo eternamente” (cf. Dn 3, 76; 80).

Madre Lina Freire de Carvalho


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