Sr. Emerenziana Bottega - 22/06/2023

En la madrugada del 22 de junio de 2023, la Hna. Emerenziana, de nacimiento Amelia Bottega, dio sus últimos pasos hacia Aquel a quien tanto amaba y buscaba incesantemente en su peregrinar por esta tierra, entre nosotras sus hermanas e entre quienes han sido destinatarios de su generosidad en servicios sencillos y concretos, en su incansable misión de Religiosa del Santo Rostro en Italia y Brasil.

No podría hablar y recordar a Hna. Emerenziana sino a partir de este pasaje del profeta Isaías: «Qué hermosos son los pies del mensajero que anuncia la paz, del mensajero de la buena nueva que anuncia la salvación, que dice a Sion: «Tu Dios reina» (Is 52,7). Desde el día de su Primera Profesión en 1952, emprendió un viaje por las "montañas" trayendo este anuncio de Paz, de Salvación donde fue llamada, aunque la misión le pedía entrega, sacrificios, desapego. Fue una de las primeras en servir en la tan deseada Clínica de Roma, de la Beata Fundadora. Llamada a iniciar una nueva presencia como comunidad del Santo Rostro en Casarano no midió esfuerzos, como siempre lo hizo donde fue llamada, adaptándose, dando lo mejor de sí para que el anuncio de la buena nueva llegara a quienes más lo necesitaban.

"Dios ama al dador alegre" (2 Cor 9, 7), dice San Pablo. Por su carácter la Hna. Emerenziana era risueña, alegre y sociable con características de generosidad, altruismo y servicio. Estos rasgos característicos de ella la llevaron a ser llamada a una nueva misión en todos los sentidos: ir a "montañas" aún más lejanas y arduas para llevar la buena noticia: el Rostro de Cristo. Su amor por la vida religiosa, su fuerte sentido de pertenencia a la Congregación y un fuerte sentimiento de preocupación por la pobreza fue visto por sus superiores como una característica positiva para la nueva misión que se abría en Brasil en 1977 en la extrema periferia de la ciudad de Cajazeiras: “las Casas Populares”.

Hna. Emerenziana es recordada en Brasil como una hermana muy entregada a los pobres, "pobre con los pobres", accesible a toda hora para visitar a un enfermo, curar una herida, acompañar a alguien al servicio de urgencias o al hospital. No existían momentos de descanso para ella, sobre todo cuando los pobres llamaban a la puerta de las Hermanas, no le importando si los caminos estaban cerrados, el acceso negado, los peligros de la noche, ella superaba todo para aliviar el sufrimiento de un enfermo. Era feliz también de ayudar a los gitanos, corria al encuentro de ellos cuando pasaban por Cajazeiras y curaba sus heridas.

Con su voz hermosa animaba las liturgias y enseñaba a cantar a los niños y con su buen humor alegraba los momentos de ocio y recreo. Amaba a los jóvenes y animaba las fiestas con ellos con su creatividad, vivacidad y bromas. También se entusiasmó con las actividades de la parroquia y visitó a muchas familias, especialmente a las que estaban en dificultad para consolarlas y apoyarlas en sus caminos familiares.

Amaba la vida religiosa, la oración, la comunidad. Nunca creó problemas ni generó malentendidos, fue una vocación segura y perseverante. Los horarios y momentos de la comunidad nunca se pasaron por alto. Su lenguaje era franco y sincero, sintética en todo, porque según ella había que vivir bien el tiempo sin dispersión. Al igual que la pobreza, una de sus fortalezas también fue la obediencia no le importando el precio que tendría que pagar por obedecer. No criticaba a las superioras, al grupo, a la comunidad, a las hermanas. Unas pocas palabras y una sonrisa muy grande.

Como todos los mortales, Hna. Emerenziana también tuvo que vivir con sus limitaciones como la austeridad que, en algunos momentos, la hizo espartana consigo misma resistiendo a aceptar la novedad, pero todo se resolvía con una carcajada y buen helado haciéndola disfrutar la belleza y bondad de la vida.

Su capacidad para soportar el cansancio, el sacrificio, la enfermedad, el dolor físico, la hizo vivir con aquella sonrisa que no le faltó ni en las últimas semanas de su vida terrenal. No habló de sus males. Su serenidad nunca falló ni en el último período de su enfermedad, respondiendo a quienes le preguntaban: "Estoy bien".

Fue una verdadera religiosa, testigo del Santo Rostro que dejó una buena huella. Siempre tuvo estima por su vocación tratando de dar siempre lo mejor de sí misma y también dar un buen ejemplo para llevar la buena noticia del Reino de Dios.

Madre Lina Freire de Carvalho


  • Curia Generalizia RSV
  • Via San Paolo Apostolo, 99 - 00040 Santa Maria delle Mole (RM) - ITALIA
  • Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.